Antología de la indiferencia

La indiferencia hecha antología puede ser una señal, un cambio de luces que invita a situarnos en muchos lugares. Gabriel arrastra palabras por calles con esquinas atestadas de voces y banderas izadas de errores, pertenecientes a un (no) mundo, pues el globo que habitamos con ese nombre, hace rato murió, sin saberlo.
Héroes olvidados, semblanzas y sueños son algunos elementos de este paisaje que se deposita como polvo en los ojos de quien, inocentemente, se atreve a caminar por este preludio de muerte. Pero la muerte no es el fin, es otro inicio donde se desafía al destino, no temiendo a mudar en sal.

No me equivoco en pensar que este puñado de poemas es un testamento de la ciudad con sus eternidades hechas fuego, lapachos que hacen muecas y soplos de vida vuelta halcón ocurrente, que de un momento para otro se pueden ir, se pueden morir.

Gabriel muestra el camino pero miente, miente cuando cuenta a través del poema que nace para luego envidiar estatuas de cera con almas que se resisten a partir en busca de alguna estúpida sensación de haber existido. Pero no todo está perdido, porque al final, hablar de la muerte es signo de que podemos mover la boca, en esta búsqueda incesante de querer sabernos vivos, como sea. (Eduardo Barreto).