El naufragio del Andrea Doria

Se pierde Londina y el príncipe de Gales fue descuartizado ayer en plena Trafalgar. La cabeza rubia, ya sin los ojos azules, está expuesta para el escarnio público.
La calle se manifiesta, grita. El gobierno representativo solamente se representa y a nadie más. La gobernanza plebiscitaria se institucionaliza. Si las vitrinas gobiernan, si la publicidad manda, ¿por qué mandarían los parlamentos lejanos y alejados? Los circuitos electrónicos hacen su parte. El ciudadano se representa, dice lo que quiere, de manera instantánea. Vota sí, vota no, nadie en su lugar. Al paredón los que intenten interponerse, ¡fuera! Reyes, príncipes, presidentes, ministros. El pueblo plebiscita por la web.
Ingerimos las cápsulas contra el vértigo. El buque bambolea, de cabeza y de costado, metido en un mar oleado, inquieto y ventoso. Las entrañas del barco crujen bajo el peso del agua que sin descanso, intenta vencerle en altura. Será difícil dormir en estas condiciones, pienso. Mejor me acostumbro. Tengo 50 días por delante.