El rescate de las prisiones

José A Monnin, en El rescate de las prisiones, nos relata la vida de un pacífico y poderoso reino, donde su bondadoso monarca pasaba los días con sus hijos y plebeyos. Acostumbrados a la hospitalidad del rey; hasta que un fatídico día todo cambió abruptamente, y de ahí en más nos sumerge en una apasionante historia de ficción, donde nos va narrando los avatares de sus personajes en submundos amenazantes llenos de maldad.
Leemos sobre el paralelismo en las creencias de los hermanos príncipes, donde el menor, San, valiente, atrevido y con poderes sobrenaturales, y el mayor, Crecencio, conservador, ceremonioso e incrédulo de todo lo que se refiere al ocultismo. Tuvieron que llegar a un punto de consenso para rescatar a su amado padre, “el rey Cumi”.
Eso los llevó a quebrar sus voluntades y aliarse para la mayor aventuras de sus vidas. Mientras el escéptico Crecencio se quedaba en el castillo a ocupar el trono de su padre. San, acompañado de una legión de soldados y seres casi irreales, se embarcan en una gran odisea.
Los personajes en cada segmento del camino, se encontraban en riesgo y con unidad y lógica iban venciendo sus miedos. En cada página nos vamos adentrando en lugares nefastos donde se encuentra cada vez más hundidos en el peligro. Van sorteando obstáculos con inteligencia y astucia.
Más de una vez se sienten vencidos al punto de rendirse, pero una fuerza sobrenatural los inducen a continuar. Los demonios, fantasmas y espíritus malvados no pueden quebrantar la unidad de los valientes durante todo el viaje. Son traicionados por la ambición desmedida de poder de unos de ellos, “el Palero” que también cayó vencido.
José, después de muchos sobresaltos entre laberintos, reinos, aldeas, bosques, donde imperaban las más bajas costumbres malignas, nos obsequia el tan anhelado final feliz con la libertad del rey y vuelta con su hijo y los seres mágicos al reino a seguir con sus vidas, pero ahora ya con la posibilidad de ejercer sus creencias y costumbres con toda libertad.
Situación que nos regala como lección y moraleja. (Ana Ramírez)