La flecha y la cruz

Dos noticias insólitas quebraron la monotonía de las informaciones mañaneras. El robo del corazón que pertenecía a San Roque González de Santa Cruz, guardado como joya sagrada en la iglesia de Cristo Rey en Asunción y el bloqueo del puente “Roque González de Santa Cruz”, sobre el río Paraná, que une las ciudades de Encarnación y de Posadas.
Roque González fue uno de los más recordados evangelizadores misioneros de los guaraníes y fundador, a la vez, de varios pueblos que hasta hoy forman parte de las comunidades paraguayas y argentinas. Fue martirizado y muerto en 1628 por los aborígenes conjurados, acaudillados por el famoso cacique Ñezú. Su cuerpo echado a una hoguera quedó reducido a cenizas, pero su corazón quedó intacto. Fue beatificado en 1934. Por su parte Ñezú, según el padre Montoya, fue en su tiempo el mayor cacique de los parajes recorridos por San Roque y sus acólitos.
En esta novela, Ñezú, vuelve. Se propone destartalar el poder de impíos y herejes que rinden culto a una avidez depredadora de los bienes terrenales al cuidado de la especie humana, incluyendo a la fauna y la flora. Eligió el puente entre Encarnación y Posadas, para entablar un diálogo con San Roque. En esta zona que formaba parte de la gran comarca en donde extendiera, en otro tiempo, su señorío de Cacique, hoy cuadriculado por la civilización moderna. Sus derechos adquiridos por siglos ya están conculcados y extinguidos por el nuevo derecho de propiedad, obra de conquistadores y base de la nueva civilización.
Antes eran y se sentían libres. Correteaban por las espesas y dilatadas selvas. Eran parte de la fauna acuática cuando chapoteaban en los arroyos y nadaban en los ríos y también parte de ella cuando danzaban con los venados en las praderas, al tiempo que sus arcos se tensaban y las flechas eran lanzadas como meteoros para cobrar la presa apetecida, base de su sustento natural, junto con los frutos del yvapurũ, adheridos como garrapatas brillantes a la corteza de los árboles, sus genitores naturales…